Seguir soñando
En un día como éste cómo puedes estarte ahí tendido con los ojos cerrados
soñando?
ISABEL FRAIRE (1935-2015)
Daphne se despertó y lo primero que sintió fue el frío de la habitación. Abrió los ojos y la luz cegadora la lastimaba como si no los hubiera usado en mucho tiempo. Su cuerpo estaba rígido, las piernas le dolían como cuando pasaba la tarde corriendo y jugando con sus primos en la plaza frente a la iglesia. Sentía que aún estaba en medio de un sueño Aún tendida, a lo lejos escuchaba una de sus canciones favoritas:
I read the news today, oh boy About a lucky man who made the grade
“Debería pagar la inscripción para el curso de guitarra en la facultad”, pensó. Llevaba meses sin decidirse a integrarse a alguna actividad artística porque pasaba demasiado tiempo resolviendo ecuaciones diferenciales y problemas de física. Caminar por la Universidad se había vuelto más difícil esos días debido a las patrullas que circulaban a toda velocidad y en la calle no era más sencillo porque los policías constantemente le preguntaban si era estudiante. Mentalmente repasó las actividades que tenía que hacer ese jueves. Ya no confiaba en el pronóstico del tiempo porque el día anterior el locutor dijo que había sido un día soleado, pero llovió. Toda la noche llovió y mojó sus botas, su ropa y sus libros. ¿Dónde estaban sus libros? De pronto recordó que los había dejado en algún lado, pero no recordaba el peso de su morral. Sin embargo, tenía un dolor punzante en el hombro, un ardor que no se podía rascar y una sensación de vacío le inundó el vientre, pero no era hambre sino angustia.
No recordaba cómo había llegado a casa o si su mamá le había recriminado el llegar con la ropa mojada. Tal vez por eso tenía frío, recordó cuando de niña se cayó en la fuente atrás de la iglesia y por poco se enferma de pulmonía. ¿Cuánto tiempo llevaba sin tomar clases? Sus compañeros preferían jugar cubilete o baraja en los pasillos y algunos se quedaban a dormir en la Universidad. Daphne no. Ella prefería ir a los círculos de estudio y hacer trabajo académico por su cuenta y por eso siempre llevaba sus libros. Los que no recordaba haber cargado toda la tarde. Le costaba trabajo moverse así que volvió a cerrar los ojos y el sueño se volvió pesadilla. Poco a poco fue recordando haber pisado el lodo mientras corría. Recordó que la vendedora de flores le dijo que rodeara el jardín para llegar a casa, pero la ignoró porque siempre pensó que era una vieja loca. Recordó el sonido de los relámpagos, el olor a pólvora y carne quemada cuando dejó caer sus libros al suelo porque una bala le rompió la clavícula.
De pronto se dio cuenta de que las sábanas blancas y ásperas no eran las de su cama y que tenía los tobillos envueltos. Le dolía el hombro y tenía un catéter en el brazo. El tumulto en el pasillo no parecía real, pero no importaba porque había sobrevivido. La cicatriz sería un recordatorio de que tenía una meta común con su generación y de que era hora de integrarse a la lucha para dejarle a sus primos un mejor país.
“En la casa me van a matar por no haber llegado anoche”, pensó preocupada. “Tengo que avisarle mi mamá que volví a nacer”.
Prefirió descansar por un momento, cerrar los ojos y seguir soñando.
Y en la habitación la música seguía sonando.
I read the news today oh boy Four thousand holes in …
-Tlatelolco, CDMX